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El teatro:arte sacrificial..

El actor es una especie de autófago, se devora a sí mismo como única forma posible y probable de generar, de dar a luz a ese “otro”: el personaje.El riego de la escena es precisamente el negarse a sí mismo, esa mutilación de la personalidad del actor. En efecto, el dilema más fuerte que confronta él intérprete en su quehacer diario es la crisis de autofagia, y esta crisis quizás sea la experiencia más angustiante y trascendente en el proceso de construir el personaje. El actor puede tener su propia personalidad y sus creencias, pero sólo le sirven en la vida diaria; cuando asiste a una boda, cuando va al supermercado, cuando se encuentra con otro individuo. El personaje, ese fin del actor y del director escénico, tiene su propia personalidad y creencias, y moralidades. No son para nada las del actor. El actor no puede entrar a la escena, ese territorio creativo, y pensar que voy a moldear, adoctrinar, o a evangelizar a mi personaje. ¡NO, NO FUNCIONA! Tiene que negarse a mí mismo

Reseña de obra teatral

La pistola o la envidia del falo Alex MariscalPara El Panamá América "La pistola" es una pieza teatral en un acto que aborda el tema de la violencia doméstica y pertenece a la trilogía escrita en 1978 por Sabina Berman, titulada en su conjunto como "El suplicio del placer". La autora es considerada como una de las más destacadas dramaturgas mexicanas de la nueva generación, con más de cuatro importantes premios de teatro a cuestas; es además, prosista y poeta. El drama que nos plantea Berman no corresponde para nada a la tradicional fotografía o esbozo de una parte de la realidad a la manera, "piece of life" del realismo, sino de una síntesis poética del devenir humano. Cada una de las tres piezas de la trilogía de donde hemos tomado "La pistola", puede muy bien leerse por separado, pero todas tratan sobre un " L, un ELLA, y OTRO ausente", que representan lo medular de la lucha entre el hombre y la mujer en una sociedad aún represora y

Escondite Perfecto

http://esconditep.blogspot.com Después de eso yo me fui, y El Cholo, como le decíamos al teniente, acompañó a Ernesto. Cuando llegaron a la casa, al hombrecito le dio por deambular por el patio. El Teniente lo vigilaba desde la puerta posterior de la casa, tenía miedo que su compadre, tan atormentado como estaba, le diera por hacer una locura. Cómo inventa la gente. Unas vecinas dijeron a los periodistas, que ese viernes por la tarde entraron al pueblo unos extranjeros en un auto negruzco. En la foto, Clarisa aparecía con un vestido rojo, intentando apagar tres velitas sobre una torta de cumpleaños. Mientras el sacerdote decía esas cosas que siempre se repiten en las misas para calmar a los familiares, volví a releer la noticia. -- Parecía que estaba rezando --, fue lo único que declaró el padre, aclaraba el redactor de la noticia. (fragmento)