El teatro:arte sacrificial..

El actor es una especie de autófago, se devora a sí mismo como única forma posible y probable de generar, de dar a luz a ese “otro”: el personaje.El riego de la escena es precisamente el negarse a sí mismo, esa mutilación de la personalidad del actor. En efecto, el dilema más fuerte que confronta él intérprete en su quehacer diario es la crisis de autofagia, y esta crisis quizás sea la experiencia más angustiante y trascendente en el proceso de construir el personaje. El actor puede tener su propia personalidad y sus creencias, pero sólo le sirven en la vida diaria; cuando asiste a una boda, cuando va al supermercado, cuando se encuentra con otro individuo. El personaje, ese fin del actor y del director escénico, tiene su propia personalidad y creencias, y moralidades. No son para nada las del actor. El actor no puede entrar a la escena, ese territorio creativo, y pensar que voy a moldear, adoctrinar, o a evangelizar a mi personaje. ¡NO, NO FUNCIONA! Tiene que negarse a mí mismo, y dejar que el personaje con sus propias creencias aparezca. Ese es el reto del actor, es estar presente dispuesto con todas sus fuerzas a la expresión del personaje. Cuando un actor haya cruzado el límite del territorio de la escena, y ya dentro tenga todavía espacio para moralizar, es decir sacar sus propias creencias para cuidar las creencias de su personaje, el mismo hecho es una evidencia de la incomprensión de la auto negación del actor; demuestra que le importa más ser él, el individuo, y descuida lo fundamental del ejecutante: “estar dispuesto a reaccionar como única necesidad creadora.”

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