Invasión a Panamá 1989; diario personal (20 dic.) continuación

ESCONDITE PERFECTO
El viejo de la emisora entró corriendo a la cabaña y nos rogó casi llorando que nos fuéramos de su propiedad, aducía, que los helicópteros gringos tenían aparatos que podían detectar nuestras armas a una altura de 15,000 pies de altura. Yo no le creí, pensé que solo era miedo, aún así, les dije a los tres que ahora quedaban conmigo, hey gente vámonos. Ninguno se movió. Uno de ellos creo que se había meado, había un charquito de líquido en el piso; hasta es probable que se había cagado. Eso no pude comprobarlo, me adelanté, y a los veinte metros, al ver que nadie me seguía , les comencé a silbar, usando el silbido que acostumbrábamos a usar los soldados como identificación, motivándolos a que me siguieran. Lo hicieron, y así al poco rato éramos tres borriqueros arrastrándonos por la inclinada topografía. Tratábamos de cruzar hacia el otro lado de la panamericana, en busca de otros soldados, y también de camuflajearnos entre los herbazales del caserío del otro lado. A la media noche salimos a una de las calles solitarias. Un sargento doblo la esquina en un pick up, y al vernos salir a la calle se detuvo. Suban nos gritó, esta vaina ya se acabó. Ya se tomaron el cuartel.. Escondan las armas, dijo y arrancó. Por instinto los tres pusimos las armas bajo las piernas, y y viajamos toda la distancia en silencio. (20 de diciembre de 1989).

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